Los maquis del norte de África

Las revoluciones del África islámico, ideales e idealizables en Túnez y Egipto, han tenido su versión violenta en Libia, y ya veremos que pasa en Barhain, Yemen, Siria…

Gadafi es un esperpento de dictador, tan cómico y extravagante como desmedido y cruel. El pueblo rebelado contra su dictador expresa solo eso: revolución. No piensa en líderes ni administraciones, no piensa en democracia ni teocracia, solo piensa en destruir su opresión y mejorar su estado: en un sentido solidario, para todos, y en un sentido egoísta, para mí. El pueblo libio no piensa en líderes ni en hacer política exterior, no ha compuesto un gobierno serio.

El pueblo libio son como los maquis desorganizados que quedaron en los en los montes españoles tras la derrota del pueblo en la Guerra Civil Española. Guerrillas sin concierto que atacaban periódicamente las fuerzas franquistas, ya instaladas en el poder, sin más interés que el de demostrar que la república aún vivía. Los maquis aguantaban tras su parapeto de piedra, bosque, peligro y exilio interior en espera de la potencia extranjeras. Esperaban la intervención de aquellos países que habían luchado contra el fascismo y vencido en la II Guerra Mundial, convencidos de que llevar la razón, tendría que valerles en algún momento. Los aliados derrotaron al fascismo, y frente a la URSS, ellos ocuparon el lugar de los nazis. El franquismo dejó de ser un aliado del nazismo, para convertirse, sin ningún cambio interior, en un régimen grato a la vista de las potencias de occidente. ¿Y los maquis? Dejaron de escuchar las emisiones de radio y perecieron uno a uno en las montañas peinadas por la guardia civil. Aunque realmente perecieron de pena por una justicia pisoteada, por una razón que daba igual poseer (Ver la película de Montxo Armendariz «Silencio roto«).

Los maquis del norte de África, sin orden ni concierto, sin ministros ni líderes fastuosos, esperaban imponer su gran carga de razón y justicia y atraer el beneplácito y las armas de occidente. Y Occidente mientras tanto, discutía si eran galgos o podencos. Y la razón cedió bajo los tanques del esperpento, dignamente comprados a Occidente con el sudor de los maquis.

En esto pensaba hace unas semanas, en estas relaciones de maquis del pasado y del presente, antes de la intervención «a lo loco» de Occidente, auspiciada por la ONU, cuando Gadafi se descolgó con «…voy a entrar en Benghazi como Franco entró en Madrid». El esperpento reproducía mis pensamientos y los maquis del norte de África se convertían de repente en los maquis de la Sierra de Baza, dispuestos a no tener más destino que la masacre y el olvido.

Y una vez que Occidente responde parcialmente a la llamada de los maquis, quizá tarde y con los recursos inapropiados, quizá con el estigma de la guerra y no con los medios de la pacificación, quizá persiguiendo intereses occidentales y no libios; entonces no tengo claro que los maquis dejen de serlo y su destino deje de ser el mismo: la masacre y el olvido.

Veremos…

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